Escribo con el cuerpo tendido sobre la mesa
desnudo y mortecino
de un pedazo de luna rasgada.
Y el caos y el miedo
se pierden explorando en ella.
Vagando en su piel agrietáda,
escuchando conversaciones ajenas.
Y alcanzo a sentir un pedacíto dorado
de mi añorada rutina.
Y una jarra de hidromíel indolora,
en esta tarde perdida.
Dejo la mirada ausente,
suspendida en el vaivén del viento.
Y un súbito soplo, desde la puerta,
la hace regresar
silbándo un horizonte conquistado.
Me la devuelve cargada
de afiladas verdades de acero aquietádo.
Y entiendo que la vida ama y protege
a los que albergan coraje
para superar el miedo en la lucha.
La vida solo acoge en sus brazos
a los ganadores.
Y solo mece en su regazo
a los derrotados
en el fragor de la batalla.
Pero los fracasados
que no hallaron valor para combatir,
no hay lugar, no hay llanto.
Templo, pues, mi espíritu,
entre gritos guerreros,
entre destellos dorados.
Camino por luminosos sendas verdes
que a lo largo de mi esperanza se trazan.
Hoy,
por fin,
me colgué la runa protectora
que me entregaste en caminos perdidos.
Y me yergo como vencedora guerrera
de estas bélicas hazañas.
levantando el martillo de Thor,
en estruendo final de la batalla.
AUTORA Merche Monroy Fernández.