josecarlosbalague

SUEÑOS DE MENDIGO

 

Apagadas las luces,

hecha la noche,

cesado el bullicio,

momentos en los que la ciudad adquiere una dimensión distinta a la del día,

cuando los noctámbulos que pasan por su lado le ignoran,

vencida su mente por el sueño,

el mendigo tiene sueños de lujo,

lo que le presta el embrujo

a su mísera condición.

Sueña ser opulento rico magnate.

Poseer coches inteligentes

que se conducen solos,

vistos en los periódicos.

Limusinas azul plata.

Fantásticos viajes

en jets privados,

a exóticos idílicos lugares.

Lujosos yates de ensueño.

Pernoctaciones en los hoteles más caros y lujosos del mundo,

con bañeras de excepción

y griferías de oro;

de precios por una noche

lo que no podrá ganar en toda su vida.

Exquisitos manjares,

a ingerir hasta el hartazgo.

Olor de exóticos perfumes: lavanda y glicinia.

Copular con mujeres de ensueño, de excepcional belleza,

más que mujeres diosas.

Fantasías recurrentes del mendigo.

 

Amaneciendo, leve aún la claridad del día,

imponiéndose despacio,

suficiente para hacerle regresar a la realidad del día que comienza,

despierto ya,

tumbado sobre el saco

que le sirvió de colchón para dormir,

entre cubos de basura,

mientras se limpia las legañas de sus ojos,

su pierna maltrecha, herida por el golpe de un traspiés,

se arrastra hasta el hospital cercano para que se la curen.

Luego a la oficina de empleo,

para hacer la cola de los parados

por si por suerte hubiera algún trabajo de desescombro de viejos edificios

derruidos para convertirlos en solares

en los que edificar

lujosos edificios para ricos.

 

 

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