No se puede ir en contra de la naturalidad con que sobrevive el cuerpo.
A veces la sangre
a veces la azúcar,
la luz de la luna
de clara laguna,
siendo del reflejo
apenas el cielo
que de esta mañana
llovizna sin miedo.
Quería dejar de ser la prisa,
el complejo de la sonrisa,
un incómodo vertedero,
los besos que no me quisieron dar
y las ganas de irme de ese lugar.
Por algo hay que callar,
para no hacer del hueco
un frágil agujero
que no se pueda tapar.