Edith Rodriguez

DESPUÉS DE TODO...

Y ¿sabes una cosa?
Lo que más voy a extrañar de él, más incluso que su tacto, sus besos o lo que compartimos en la intimidad, es su confianza en mí.
Me di cuenta, ese día que desperté y su brazo rodeaba mi cintura, ese día que jamás pensé que llegaría, cambió mi forma de amarlo.
Dormir nos convierte en las criaturas más vulnerables y frágiles, cuando desperté ese día entendí a qué nivel de confianza habíamos llegado, a ese nivel donde me dejó apreciar esos pequeños detalles de su momento más íntimo, incluso más que el sexo.
Sus ojos cerrados, sus labios un poco entreabiertos, el ligero aliento que salía de ellos, su cabello oscuro despeinado y algunos mechones de éste en su frente, su pecho ascendiendo y descendiendo al ritmo de una canción lenta y su tranquilidad absoluta. Me sentí en casa.
Si hubiese podido detener el tiempo lo hubiera hecho en ese instante, en esa mañana tranquila en aquel hotel de esa playa con aquellos tenues rayos de luz asomando por la ventana.
Nada volvería a ser lo mismo a partir de ahí.
Nada me daría la paz, la plenitud y la esperanza que, ese momento con él, me dio.
Sabía que se iría, sabía que jamás se repetiría la ocasión, y aún así me di la oportunidad de creer ilusamente que un día despertaría cada mañana del mismo modo, inventando en mi cabeza excusas para quedarme en cama todo el día apreciando algo tan maravilloso y hermoso.
Y eso es lo que extrañare siempre, esa será mi condena, vivir en un mundo donde ese momento se vaya haciendo obsoleto con el tiempo y se convierta en un vago recuerdo.