Hay momentos en la vida
que nos despeñan brutalmente por súbitos precipicios de rocas
que nos observan como puñales despiadados.
Nos precipitamos violentamente
dando agónicas vueltas de campana,
lentas.
Como hojas rotas que caen,
y en el tránsito hacia bajo,
toda nuestra vida discurre suavemente
como una caricia sangránte de la piel.
Intento amarrarla fuertemente contra mi cuerpo,
pero se escurre dulcemente entre mis brazos,
rozando mi rostro
y secando las lágrimas que resbalen horrorizadas.
Y en mi delirio
pretendo no creer que este desfallecimiento sin retorno,
es como el vuelo de un sueño, sin soñar.
Y son los golpes contra los vértices heridos de la vida
los que hacen retrocedérme de dolor
y ser plenamente consciente
de que la caída en si,
es tan dolorosa como su golpe.
Hoy mis dedos trémulos,
rasgan el aire,
retorcidos como alambres asesinos.
Buscando otro tiempo donde escapar
o algún camino de vuelta
o un par de alas perdidas
o una isla desierta.
Hoy mi corazón
parece agotado de latir tan deprisa
y tan ausente.
E impulsa sangre con cenizas y ecos
a cada espacio hueco de mi cuerpo.
Hoy te busco
a ti,
para encontrarme
a mi.
Allár a aquella mujer infinitamente feliz
que asomaba brillando en el fondo de tus ojos.
…cuando yo era.
Y frente al espejo,
intento que sea en mis pupilas
áridas y agotadas,
donde me descubra.
Y solo encuentro
El temblor de lágrimas secas.
Me busco en las palmas de mis manos
que yacen dormidas.
y solo encuentro
el temblor de versos,
que se emborrónan a escondidas.
AUTORA - Merche Monroy Fernández