Leer a través de los dedos
los mensajes recónditos
que esconde la piel,
sentir el pulso de la vida
transitando a empellones
en las venas que se marcan
reveladas por el tiempo,
notar el vello erizarse
como la espiga
cortejada por el viento,
ese suspiro ardiente que sacude
el volcán de donde nace,
en un fuego que se aviva
por el roce de las manos.