Nada es para siempre,
lo sabemos tú y yo
y a veces me importa lo que opinas,
no siempre,
porque lo sabemos
uno dice orillas
y la marea sube y nos tapa
entonces yo me quedo aquí elevado en mis propias esquinas
las de siempre,
con las pupilas lejanas,
las esquinas del silencio tan inoportuno
el que tanto te molesta
simplemente por no ser.
Si es verdad ya no quiero ser
porque este paisaje me duele a espejismo
no cruel,
sino absurdo,
absurdo y un poco cruel también,
y duele
como duele la palabra "adiós"
Claro yo quiero ojos,
piel, caricias y no breves,
yo quiero un cambio,
alas,
volar libre hasta la otra orilla,
abandonar los grilletes de la rutina que me asfixia,
romper las reglas y conocerte
pero tantas veces he llegado al otro lado
y encuentro el paisaje desolado,
nieve y bosques ralos,
una mesa vacía,
un café que se enfría,
un otoño grís y frío,
hojas que caen a mi lado,
cartas apenas llenas,
amarillas penas,
y un grabador en play
con algunas palabras bonitas,
en off,
mensajes casi anónimos
hechos con recortes de diario
y un beep
que me duele casi tanto como aquellas otras palabras,
y claro yo quiero ojos,
piel, caricias y no breves
y no te conozco
y tú no caes en mi trampa,
tal vez eres más inteligente
y tienes una vida,
otros sueños,
otras voces,
otro horizonte
entonces enciendo un cigarrillo
digo
y mi humo te llega,
lo aspiras,
toces
y me dices cariñosamente:
_muy lindo pero yo no fumo.