Al caer la tarde de ese mágico día,
y ya con las brumas del sol que se iba,
escuchamos bajito su compás candente,
el TANGO envolvía, todo el ambiente.
Pasaste tu brazo por mi cintura,
bajo aquel farol, que se encendía,
mi mano inquieta se posó en tu cuello,
las otras estaban fuertemente unidas.
La música sonó en todo el ambiente,
su sensualidad entera nos envolvía,
mi pierna entre las tuyas daba los pasos,
siguiéndo aferrada a este *dos por cuatro*.
Y así bailamos en aquella vereda,
y *Caminito* lugar nos prestaba,
la gente pasaba mirando curiosa,
a dos que bailaban bajo la farola.
Pèro que importaba, si en el tango todo cabe,
la triste amargura del que solo estaba,
o la unión candente de estos dos cuerpos,
que a su compás...se enamoraban.
Maria Hodunok