Flotando en el aire del cuarto
de algún miserable hospital,
observo en mi cuerpo un infarto
y al médico hacer el reparto
de acciones que alivien el mal,
le pide a un galeno señal
pero un imprevisto resulta
no hay tiempo de hacer la consulta
se acerca el momento fatal.
Mi cuerpo se queda tendido,
de pronto, en el duro colchón,
por siempre se queda dormido
ya no hay ni en su pecho un latido
que anuncie vital situación,
vislumbro la buena intención
que tiene el doctor al momento,
destripa mi vientre, yo intento
ponerle, al instante, objeción.
Se llevan mi cuerpo relleno
y en vez de perfume formol,
mi espíritu sigue sereno
flotando en la atmósfera en pleno
mirando desde un arrebol
la pinza y jeringa en charol,
después del tenaz descalabro
asisto al velorio macabro
allí en una puesta de sol.
¡Qué escena! entre cirios un muerto,
hoy todos destacan virtud,
y nadie me lanza un entuerto
pues todo lo malo es incierto
no hay viejo si no senectud,
es esta su gran actitud,
en tanto se siga el velorio
no infierno si no purgatorio
metido en mi buen ataúd.
Van todos allá al camposanto
orando con gran devoción,
que el muerto no se haga un espanto
le piden a Dios, por lo tanto,
le dé la postrer bendición,
¡qué olvido!, ya no hay oración,
hoy yago metido en la fosa
tapado con esta mi losa
que adorna mi gran panteón.