La plaza gris,
la calandria solitaria,
la neblina que socava la memoria...
El silencio es brutal
a la hora del adiós.
El alma se desgarra ante la amargura
ya pregustada de la ausencia;
ante el peso insoportable del vacío.
No estás; y no hay sentido.
Ya el pasado se torna fantasmal
y los recuerdos asustan.
Nadie sabe morir ni ver morir.
Solo estoy callado. Más no sé.
Y en esta liturgia de dolor te vas.
(¿Te vas o no llegué?)
(Rosario, 11 de mayo de 2005)