Dices que ya no me quieres, que no sientes nada por mí;
eso ni tú te lo crees, no te mientas no sabes fingir.
Es que lo sé y no lo niegues, que te mueres de a poquito por mí;
Pero el orgullo te puede, aunque estoy apoderado de ti.
¿O no es así, que vivo en ti? ¡y para colmo vives en mí!
¡no queda más que decir!.
¡A que no te atreves a encender el fuego!, ¿o es que tienes miedo?
¿o es la leyenda o el mito de hacerlo el hombre primero?.
Te diré que tienes todo el privilegio, ¡aquí nadie es menos!
¡quizás A.C. tiempo, ignoraban esto!, hoy es tiempo nuevo: ¡somos igual!.
Dices que no: ¡quien te entiende! y te pasas sólo hablando de mí;
cuando no estoy muchas veces tú preguntas, si me ven por ahí.
Como que vivo en tu mente, sé muy bien eso que vas a decir;
de que pienso o piense la gente, que importa lo que digan si al fin.
Es un decir, ignora oír; que nadie vive para morir.
Por eso vuelvo a decir.
¡A que no te atreves!