En esas tierras que tocan el alba
donde crece el maíz, donde crecen con pausa
juegan los niños con los rayos del Sol
Mientras la madre tiende la ropa
la poca que baila con el viento
Y el padre siembra la tierra, los rayos le queman.
Es esas casitas que suenan con fragor
en días de lluvia, allá muy lejos
que pareciera que el techo les caerá encima
Juegan los niños con las goteras
Que nadan, nadan en un mar placentero.
El padre se moja,
sus manos callosas arreglan en vano el techo
la frustración le hace sudar los ojos
y caen y caen
los niños juegan con las lágrimas de su padre.
La madre, que otro hijo espera en su vientre
Prepara la masa, con fuerza toca el bolde
¡Porque no alcanza, no alcanza!
Mucho y para dos.
Y se amasa con el agua de sus ojos
Los niños comen las lágrimas de su madre.
Y con esos piecitos descalzos,
que barren el polvo mientras corren
piedras les hace doler la planta
sangran dejando su huella en la tierra
¡Y sus risas,
sus risas cómo resuenan!
El padre va para la hacienda,
con la esperanza en el corazón
y el cansancio en la espalda.
El adiós de sus hijos lo animan al avance
Y el beso de su mujer con su desgastados labios
¡Pero que bellos los ve él
bajo el radiante amanecer!
El Sol se lo lleva,
¿Será Dios, o el Diablo?
otro dia de trabajo.
La mujer lava,
La mujer limpia
La pequeña casita
Que hace cada vez más chiquita.
Los niños juegan
Sus labios sangran
Se nota de atisbo los huesos de sus almas
Ojala el amor de mamá llenará más que el corazón.
El padre llega,
Exhausto, le duele hasta el espíritu
No hay ni un poco de alcohol para el consuelo
Se tiende en el suelo llano bajo su techo.
Pero que bien se siente
Llegar a casa
Sentir a su familia en los brazos
Traer unos jojotos del campo
Sonreir por un buen porvenir
Y oír en la cena
Las historias de sus hijos
de cómo nadaron en el más dulce río
¡y cómo rieron esos niños
con la lengua seca
y como saltaron esos niños
sin alimento que les fortalezca!
Porque la inocencia es más fuerte
que la realidad cruel que los rodea.
Y amanecerá
Seguirán los niños jugando descalzos
con esos deditos demacrados.
Seguirá el padre cosechando
Imponente hacia el cansancio.
Seguirá la madre extiendo los brazos
Con sus manos amasando y amasando
Bajo un techo que resuena
el cantar del humilde olvidado.