Era una noche fría, una noche otoñal en donde los árboles perecen, los días se acortan y las noches se alargan...
Una noche bastante parecida a esta, el frío viento erizaba la piel y sus lúgubres susurros atormentaban mi haber.
Caminaba, perdido, confuso, distante...
No me detenía ante el cadáver de un insecto o lamento de un desfallecido,
Simplemente caminaba, sin rumbo... Sin partida.
La luna se avistaba, pero no las estrellas...
Se escuchaba el ladrar de los perros y el crujir de sus cadenas,
La incertidumbre sacudía cada paso, sentía la tristeza en cada exhalación,
Veía la miseria que el sol oculta, la penuria que la noche rige... Y en medio de todo, estaba yo.
Caminaba, o al menos eso parecía, ahora pienso que tan solo me arrastraba en toda esa miseria.
La noche parecía no agonizar, cuanto desee ver al mentiroso sol...
Llegue a un claro, me encontraba solo, solo con la elegante luna,
Lloré, era bella, brillante, pura, y aún así, reinaba en la desdicha... Que triste, que triste me sentí,
Pobre luna, condenada a vivir en la penumbra, sentenciada a observar nuestros despojos,
Pobre luna, sin nadie que la abrace en la fría noche.
Me encontré en cama, envuelto entre las sábanas...
Una lágrima se deslizaba en mi mejilla izquierda...
Aún era de noche y mi ventana estaba abierta,
El viento sacudía mis cortinas y la luna...
La triste luna se asomaba a mi ventana....