Cuando me abres los ojos me reconozco;
cuando me miras cierro los ojos.
Aparece el alba con mi asombro
y cuando oigo tu voz se enciende mi aurora,
voy forjando palabras
que salpican dulzura mientras corren en el teclado.
Cuando sonríes te oigo en mi plectro;
son como gotas de cristal en la cúpula de mi boca:
tan claro, tan potente;
parecen cascabeles tintineando en la nieve.
Reposo mi mirada en la copa de mi vientre;
saboreo su aliento de almendras
con tu roce magnético y la música de mi lira,
con la sutil fragancia, la paz
y en mi quietud de agua.