Nunca lamentara un corazón
La mirada calurosa que muerde los labios
Al triste mortal en el gozo de un instante.
Cuando la soledad camina sola
Y aparece un dulce tacto,
Que siembra cantos en nieve piel,
No se lamenta un corazón
De dejar la vida, en la saliva del amante.
En un santiamén, por inercia,
Obvias a la razón lanzándote a unos brazos
Donde te escondes del lodo de la angustia,
De los recuerdos que lapidan.
Jamás se corroe un corazón
Por cerrar los ojos
Para sentarse en el santuario del placer.
No existe arrepentimiento
Cuando renuncian a tu abdomen
Y oyes tu nombre en el deseo , la sed...
Te das derramando luz
al refugio donde reconstruirán tu nave
porque lo importante es navegar.
ANTONIA CEADA ACEVEDO