Dejé de lado los prejuicios,
abandoné la timidez,
me sometí al mayor suplicio
por contemplar tu desnudez.
Me entregué a ti sin medida
con la pasión de la primera vez
y es que es tan corta la vida
o es que quizá no lo es,
toqué tu cuerpo desnudo,
probé el sabor del placer,
sentí en la garganta un nudo
y un temblor en todo el ser,
veía en tus ojos lujuria
y entre tus manos, el poder
sentía en mí toda la furia
que tiene un hombre, a su mujer.
Me ahogaba en un mar de besos,
ardía en fuego en puntos crasos
fuimos cómplices confesos
cuando estuve entre tus brazos,
corría un pecado perverso
sobre mi cuerpo, impregnado
-se escucha un ruido más intenso-
es mi esposo el que ha llegado.