Un ocaso de azafranado velo,
se esparcía en el horizonte
acunando con sus brazos de fuego
el fin del día.
Entre las claras sombras
de la noche que renacía
bajo el manto de la luna
estaba ella... esbelta ojizarca,
de trigales sus cabellos;
de piel canela dorada al sol,
y sus labios de cerezos
gemían en mis versos,
cual trino de una alondra
tras el cristal de mi ventana
amanecida de auroras.
Jorge Aimar Francese Hardaick
Escritor y Poeta - Argentina
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