Fantasía impregnada de pecado,
espíritu disfrazado de amor se infiltra en mi amapola,
la urga con sus dedos,
la acaricia con su lengua
le mira con deseo,
no oculta su lascivia.
Llego en una noche de tierra seca
a empapar con su tormenta la cúspide de mis botones,
aquellas puntas que tiritan al contacto de su carne mojada.
Se mezcla en mis sollozos aun en la distancia,
el jadeo inmutable de su éxtasis
muy cerca a mi oído lo puedo sentir,
la euforia me enmaraña,
de este sueño no quiero despertar.
El madero que lo proclama hombre,
diablo en mis sabanas,
guardián de mi cárcel,
se encubre en mis dedos,
haciendo de ellos un arma letal.
Imponente,
bello,
inconmensurable,
atraviesa mi fisura,
la dilata de tal forma
que las tres doncellas que le reemplazaban
llaman a las dos damiselas que faltaban por llegar.
El alba está por nacer,
apresuradas ellas corren para darle libertad
a la llovizna fresca que destilará
la flor bajo mi círculo de vida.
Un quejido leve es el jubileo
que mi temblor ha cesado.
Aquel alma se despide,
dejando impregnado entre mis dedos,
su sabor a mar,a sal, a tierra.
Con una risilla promete volver,
ha de esperarlo mi entrepierna,
y aunque lo niegue, también mi corazón.
LoreCruz
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2017