No sientas en la instigante noche.
El abismo despierta,
El alud respira
Y aguarda paciente,
La inquietante penumbra.
Quizás el tiempo exista
Y…
Sueños y añares te cubran de cautelosos colores
Y mires enmudecida el reloj presente
Y te sientas enriquecida de los segundos perdidos.
O tal vez, el alma se oxide en desconcierto
Y en muerte perdure tu esperanza viva.
Quizás…
Una lágrima resbale
Y
Te apuñale como ladrón escurridizo,
Se haga camino en el río de tu gesto,
Caiga temerosa entre los montes
¡Cante tu grito en prosa!
Y así, caigan esquirlas del cielo.
Entonces, serás consciente del día
Y el arquitecto nocturno rezongando se irá
Escapando al horizonte,
Tregua indigna de la luz.
Tal vez, se despida
En pinceladas de herida
La noche sin vida
Mientras tu miedo se condensa en el cielo
Figura abrasante,
Que irradia luz en tu arduo invierno.
O quizás…
El tiempo no exista
Y estés condenada,
Perdida.
El reloj exclama en tu instante eterno:
¡Serás del tiempo y de la enrevesada noche!
Cautiva.