Revancha del triste destino
en las revueltas del tiempo,
en lo sigiloso del viento satisfecho,
carga el ruiseñor un pasado
donde el silencio era Dios
y el cantar un Diablo atroz.
Crujen las tráqueas
entre los dulces mares
donde florecen armados
de espadas y cañones
los gusanos acorazados,
se embullen en el pensamiento
entre los negro y grisáceo del deseo.
Llegan las inundaciones
cargadas de llanto y desasosiego,
pesadez e incertidumbre,
arrollando a la muerte y su complejo
de ser antes del tiempo.
Cruzan las mariposas tartamudas
en su aleteo boreal
las albas rotas, trozadas
por pesadillas y sueños fingidos,
donde las luces blancas son suicidio.
Ruge el destino
ante la tempestad lograda,
el corazón titiritero
se detiene junto al cosmos
dejando inexistente las sonrisas,
pero la clepsidra vuelve a su origen,
el destino desdichado se rompe,
cae en los abismos infinitos
volviendo a luchar por formarse,
para construir puentes de palabras
solidas y allí vengarse.