Y pensar que a tú lado el sendero era más suave que el viento,
que la amenazadora niebla fue alguna vez pétalos en caída ralentizados por el tiempo.
Y pensar que los moribundos arbustos espinosos que de vez en cuando me cierran el paso
fueron alguna vez puentes a la felicidad que eran tus labios.
Y pensar que mi alma, ahora resquebrajada y dolida,
fue alguna vez el refugio de tu sonrisa.
Y pensar que no pensé que después de hablarte
por primera ocasión serías tan importante.
Y pensar que no dejo de pensar en abrazar a la muerte
con tal de volver a abrazarte.