Te acaricio la piel con mi mirada,
me deslizo, prisionero de tu carne,
dejo de ser yo mismo por un instante,
para ser tentación.
En esta, la hora más perfecta y airada,
cualquiera en la que soy errante,
camino por tu curvas insinuantes,
pura atracción.
Me desespero, pues mis dedos arañan
el blanco y negro de mis deseos amantes,
tus piernas, tus montes, el delirio constante,
tus zapatos de tacón.
Haré de tu secreto mi íntima morada,
donde perderme en un estallido flamante,
en tu cuerpo fértil, fecundo y radiante,
refugio de pasión.
Allí donde pueda seduciré a tus alas,
seguiré siendo tu caballero andante,
que busque en tu piel la victoria vacante,
y siempre una insinuación.