El beso de nuestro primer encuentro,
el mismo abrazo quizá
y esta sensación tan viva que promulga tu cuerpo
a mis entrañas,
en ningún tiempo morirá de mis dedos,
jamás será recuerdo,
porque permanecerá indemne entre mis digitales,
como un sentir binario que separa espacios
para ajustarlos a nuestras sonrisas.
En nuestro ayer jamás retozará el recuerdo,
porque no pasaremos nunca,
porque mis besos no dejarán de ser anáforas
en tus caderas,
ni las desilusionadas tardes de lluvia
te dejarán lavar la ropa que nos quitamos juntos.
Tú morirás con mis sueños,
en la misma tarde quizá que contemplemos juntos
sin mirarnos el rostro,
en la nota que no pude dejarte en la almohada,
en la distancia que extraerá mis huesos
hacia un mañana sin fronteras,
al aire extraño de la soledad que me consume.
Yo moriré contigo,
en una calle que no tenga señales,
que no nos refiera nunca.
Caeré de tus sueños como imaginación,
como caen los ojos cansados de ver tanto;
y me iré de la vida sin que cruces mis manos,
sin despedidas y sin explicaciones,
con el amor de antes, con el amor de siempre,
con las cosas que dije
y mis frases marchitas por la sequedad del mundo.
Yo me iré de tu lado...
Sin dejar de estar juntos.