Decidiste no aparecer en el espejo de los deseos,
Decidiste cerrar el umbral mágico de las delicias,
Decidiste alejarte de quien alimentabas con tu seno,
Quien te cantará cada noche, los versos que hacían ríos en tu vientre.
Y ahora mis manos y boca solitaria, se extienden al recuerdo.
Empecé a buscar otras imágenes en el espejo tratando de olvidarte,
Pero ninguna inflama así, el fuego de mi pecho,
Me gustaba tu mezcla de serena señora y de hembra de bracero ardiente,
Donde gota a gota, gota a gota creábamos océanos de amor y lujuria con placer y sin calma,
Donde a poca luz llegaba el frio del alba.
Amada mía, deseo vivo, carne de mi carne,
No llegas, voy perdiendo la calma, No llegas, se va muriendo el alma,
Mi mente a vagado por tu cama, por tu puerta y tu valle.
No te ha encontrado, donde te has marchado.
Mis sueños te han soñado, con ese bata verde ondulante,
Con tu mirada caliente y boca desafiante,
Me has dicho que tienes otro amante.
Rabioso y furioso he salido a buscarte, para que no se,
Solo quiero mirarte, que en un raro milagro te traiga a mí para amarte,
Voy corriendo a tu casa en la cima, por las callejuelas de césped pintado,
Por las callejuelas de piedras formadas,
He perdido el norte, el vértigo me envuelve, he caído, cual cristo amante,
me levanto, respiro, mi mente me lleva constante,
Arrastro la bilis de los deseos frustrantes.
Jadeo y jadeante, estoy llegando,
allí está la casa celeste, con cerca de ladrillos hundidos,
donde tu muchas veces conmigo has dormido, en esa cama de pino encendido.
Golpeo, golpeo. He tocado y tocado fuerte y más fuerte... me he quedado dormido,
Siento una brisa muy suave en mi oído.
Algo desgarra mi pecho,
Siento una boca dulce que ahoga mi quejido,
Canalla, he despertado en tus brazos rendido.