A mí me gustas así, sideral, misteriosa,
callada, franca y celosa.
Me he acostumbrado a tus silencios esporádicos
al devenir instantáneo de tus facetas
y no quiero cambiarte ni siquiera
el malhumor con el que te levantas.
Tengo planes a tu lado, aspiraciones de un aprendiz
que va descubriendo las líneas que dibujan
el contorno de tu caderas, tu talle ceñido a mis brazos
y aquella profundidad que cabe en un par de ojos
que miran y observan y que ven siempre
más allá de lo que uno es capaz de concebir.
Sé que me he tardado en decirlo, y lo siento.
La cobardía ralentiza con frecuencia mis planes;
pero hoy contigo sé que el arriesgarme
siempre será la decisión correcta.
Así que vamos a comernos el mundo,
a encender las farolas de día,
comer helados de noche;
jugar en el mar y armar castillos de arena;
iremos al campo y rodaremos por las laderas,
alzaremos los brazos al cielo
y todo lo que señalemos te juro que será nuestro.
Iremos adonde tú quieras
y haremos lo que tú quieras.
Conoceremos los centros turísticos
de esta y todas las ciudades que se nos antojen.
Cuando haga frío pasaríamos las tardes abrazados,
viendo las series que tanto te gustan,
o las películas que me traen loco;
prepararíamos nuestra comida favorita,
y al amparo de una taza de café caliente,
veríamos a la gente caminar a través de la ventana.
Te recitaré poemas al oído, cuando estés tan cansada
que tengas las ganas por el suelo y a mí me toque
ser quien te dé la dosis perfecta de arrullo,
entre susurros, a un par de centímetros de tu oreja.
Y cuando se haga de noche, en una de esas de verano,
te prometo que saldremos a caminar hasta tarde,
iremos hasta aquel rompeolas que tanto te gusta
donde nos miramos a los ojos una eternidad,
donde también nos dimos nuestro primer beso.
Le pediré varios deseos a las estrellas,
acumularé calor para el invierno,
materializaré tu mirada
y rescataré del fondo del baúl aquellas fotos
de nuestros primeros días tonteando
cuando no éramos nada más
que el plan espontáneo de Cupido.
Querida, sé que el futuro cabe en tus ojos.
Que si te miro me convierto en niño o en adulto.
Todo depende del precio que le pongas
a mi inocencia y me rescates del pudor
que más de una vez detuvo mis sueños contigo.
Soy consciente de que tienes nombre de tormenta,
pero lo cierto es que en ningún otro sitio
he encontrado una calma tan bonita
como la que tengo cada vez que estoy a tu lado.
Es cuando descubro que mi búsqueda termina
donde comienzas tú.
Y luego ya no quiero marcharme.