Los tiempos se entrelazan
entre pasado y presente
y una sombra
parece trepar…
trepar entre los finos hilos
gemidos,
las almas en trasluz arañando un futuro distante
un candado abierto por las llaves del olvido
y un suspiro en los lamentos de no decir nada
el silbido del viento;
¿ Qué canta, qué llora, que sufre en el no ser?
Se voltea en la cama
con su poca ropa color roja
el frio congela sus huesos,
la frazada mese los sueños inquietos;
bucólicos parajes de primavera
el tierno mecer de mares,
estación de estaciones
y la vida exaltada en los suspiros:
despiertos, tranquilos, fugaces
como la estrella del océano
cristal de sal
punta de diamante.
¿En los humedales de tus sueños encierras secretos?
No vive por despierto en el futuro
el sol acaricia su mejilla
su calor lo transporta a los desiertos…
desiertos de miradas ingenuas:
inocentes, taciturnas, frágiles.
Que cante la lluvia en el candor de los brazos
rumiando la ternura de los besos
arcoíris de esperanza azul océano
y las tizas coloreando los recuerdos
de días felices;
se acercan el carbón y las hojas en blanco
al despertar en la mañana…
mañana de refugio gris:
como el plomo
como la centella que se deja ver;
y más allá la nada
más allá él sin ti en el caer su cuerpo
en la grama fresca
del jardín del palacio;
que florezca el silencio
en el bullicio de la gente que va y viene
y la luz verde del semáforo
la calle repleta de gente;
¡ gente, gente, gente ¡
Sol que luz despiertas consciencias eternas
en cuerpos creídos de olvido
y el todo es tan poco
para detenerse en el no amar;
mundo brilla color oliva
entre pecho y espalda de los aceitunos,
son tan dulces los besos
eternidad de mares
que sin vuestra presencia
secos están.
Eduardo Antonio Taborda
09/09/2017