Recuerdo Adorada Vecina,
«me dormí con la fragancia de tus plantas
y el perfume de tu cabello»;
me ofreciste café,
cuando me echaron por la ventana;
también recuerdo
el café de tu mirada,
el café con tu mirada;
tu mirada de café, entre sorbos y suspiros;
ahora, encadenado y aplastado,
me estoy desesperando, Adorada Vecina,
por refugiarme,
debajo de tu cama,
tan cerca del Ozama y tan lejos del mundo...