CONJUNCIÓN
Es otra tarde de invierno,
y los árboles, quejumbrosos y
vulnerables yacen, descansan, renacen.
Con los árboles en vívido trance
fluye nostalgia, todo entristece,
incluso la ruidosa y pomposa calle
se torna serena y lánguida.
Y allí, recostado sobre la fría
y lluviosa grada de la tarde,
caigo en mortales raíces,
crezco en juveniles ramas
por el aire.
Disperso en tan grandiosa conjunción
no siento dolor, no padezco hambre.
Hablo con las nubes,
chismorreo con el viento,
canto con las aves.
Y pues, vuelto árbol,
regreso a la tierra
para nunca marcharme.