Loreto Escaramillo, mulato enorme
del tamaño de una puerta
camina por la calle
oscura, sucia de espeso aire
y profundos pasillos
de posibles desgracias.
Loreto camina pesado
en cada paso, aprisiona
la calle
como un decorado precario
esquiva charcos e inmundicias
para llegar a la esquina.
Doblando a la derecha
se oculta en un portal
sus ojos brillan con las luces
esquivas de los pocos autos que pasan.
El mulato, espera paciente
su rostro perlado
desaparece en la oscuridad
apenas abre los ojos.
En frente, una puerta se ilumina
el rumor de voces, satura el silencio
despedidas y risas
hasta que la puerta se cierra.
Los ojos de Loreto
brillan como luceros
al ver el hombre acercarse
la mano toma el arma
una brisa húmeda se levanta
una bolsa vuela fantasmal
cuando el ruido, el grito
una luz rojiza
olor a pólvora
luces que se prenden
y nadie sale.
Un hombre tirado
en el reflejo de un charco
el otro
Loreto
se aleja caminando
persiguiendo su propia sombra.
La noche se extingue
pronto será de día
y el mulato
llega al hotel
pensando en el regreso
con ella
en las noches tibias
de La Habana.