Sé que espera por mi cuerpo inerte,
vacío, blanco, quebradizo.
Se postra en mis temores,
se clava en mis dudas,
Sin precaución alguna en mis caídas espera,
Me persigue sin compasión
en el segundo que vacilo de mi existencia en esta tierra.
Me agobia con el caos y la poca fe que a veces los días presenta.
Vestido de negro me da de blanco una esperanza,
con tibia frialdad me invita a su mesa,
con mucha cobardía ofrece unos pasos tranquilos,
distantes de la quimera melancolía.
Se acerca ella, despacio, pura, segura,
sin afán de mi marcha,
ni de la sangre que corre por mis venas.
Me sostiene la mano con anhelo maternal,
su mirada es profunda, certera, preciosa,
ni abiertos ni castrados mis ojos suscitan huir,
me abraza con tal fuerza que aquel vestido de negro reniega de su existir.
El no sabe de la Epifanía que se apodera de mi ser,
cuando ella cruza sus dedos con los míos.
Ya agobiado de su vana tarea,
la oscuridad se retira.
Aquella de blanco me invita a su mesa,
me quedo siglos de horas con la firme convicción,
que a ella me apego, que a ella me debo,
me envuelvo en sus brazos,
ahora soy de ella.
LoreCruz
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2017