Si el domingo es un poema del sábado por la noche
puede salir trasnochado casi después de las doce,
con resaca de brisas marinas y llovizna pertinaz,
golpeando en las ventanas con desespero de reloj.
Si el domingo se vierte sobre nuestros lechos
como una garra que arrastra las sábanas y rompe los sueños
sobrevendrá la intempestiva salida, la huída a la playa,
el encuentro con graznidos de gaviotas y arreboles apurados.
Si el domingo eres tú, amada mía,
amaneceremos dulzando besos, trocando miradas por suspiros,
hilvanando caricias al rigor del deseo esparcido en la piel.
Si el domingo es de llanto o alaridos del viento,
si huracanado asalto de techos y ventanas,
posará entre las frondas dejando su argumento triste y cruel.