Te enamoraste de ella tanto observarla,
tanto mirar las carrozas que orgullosa escoltaba.
Te prendaste firme de su palidez marmórea
del frío de sus pasos anestesiando tus horas.
Mientras perdías tus horas en su negra hermosura,
se fugaba tu vida en amores vencidos.
Tu vista no pudo ver al través de sus mortajas
y un amor imposible terminó por congraciarla.
La imaginaste cientos de veces venir a tu encuentro,
la imaginaste en un rito sagrado que lavaba tu pena.
Te colgaste en su silencio rebosante de alivio
y un disparo en la sien, nos dejó sin tus versos…
Inés de Cervantes