Si alguien buscara receta, para ese filtro de amor
Comparto mi ciencia con otra alma desesperada;
Una cucharada de orégano, en la madrugada…
Puesta en agua de nieve, con rosas de olor…
Bátase la mezcla al fuego hasta punto de miel
Y guárdese siempre en lugar seco y obscuro…
Búsquese un trébol azul, que sea del más puro
Y macérese sobre una foto nueva de ella o de él
Antes, investíguense los gustos del pretendido
Y cómprese una botella de vino dulce y rosado
Precaliente el horno a doscientos veinte grados
Y meta la carne temprano, para evitar olvidos
Consíganse dos lamparillas fundidas en la basura
Y pónganse ahí, donde deberían estar las buenas
Y dos velas rojas sobre la mesa, (que sean ajenas)
Mojar los pabilos de ellas, en la original mixtura…
Y al fin, citar al pretendido so pretexto perverso
De cambiar las lamparillas, fingiendo torpeza
Antes se ha puesto carne y vino sobre la mesa
Y una nota discreta, con el más hermoso verso
Y así es como funciona, el mejor filtro de amor
Aclaro que puede no funcionar la lamparilla
Aunque si garantiza una noche de maravilla…
(Si puede servirse en cueros)… ¡mucho mejor!