Hoy mis letras no tendrán el aroma
del último beso de la noche;
tampoco emanaran el aroma del sexo,
de la pena
o del oscuro lamento tras el desamor
que se esconde en la muerte
de una locura de primavera;
¡No no!
Hoy mis letras destinadas están
a otra cuestión que aterra a los poetas;
una cuestión que es prisión
y que el oxígeno de su vida
secuestra.
Siento decepcionar los, siento matarlos
con el desdén de los versos abstractos
al mismo tiempo que exijo su atención.
Hoy hablaré de un pecho árido de letras,
de versos,
en que se convierte a veces
la patria del poeta sin canción.
Un demonio que se arrastra desde la sombra
hacia un escritor
y que reptando sube poco a poco
y con sus garras escalando por una erizada espalda
alcanza a darle su aliento estéril y putrefacto
en el cuello
en el oído
como un amante del infierno mas temido.
¡Dios sabe que ni una oración del cielo
o de la tierra
sirve como exorcismo!
No hay posible liberación.
Siente el poeta
siente de veras
la desnudez que retorna de atrás en el tiempo
la desnudez de su nacimiento.
Se siente solo, devastado,
como si su cuerpo fuese un campo abandonado
donde se libró la más sangrienta confrontación.
Ya no le hablan las esquinas que a ojos de extraños
no tienen voz ni tienen vida;
ya no le susurran las almas olvidadas
tras las invisibles y silenciosas cortinas
del viento que solapa.
Ni se diga que las aves
en su espalda ya no anidan
como si su capacidad de ser médium
de las cosas cotidianas
se haya esfumado.
Pido disculpas, disculpas pido
a aquellos lectores que buscaban en estas líneas
otras letras y otro destino.
Hoy les traigo una historia de terror:
Cuando del que hace de las letras
su amada patria
es abandonado por la inspiración...
Poeta y escritor: Edmundo Vélez Alcívar
Guayaquil - Ecuador
Derechos reservados del autor.
Pd: si por casualidad caen en mis letras, sean tan amables de escuchar la declamación del poema en el link de youtube.