Un fantasma duerme en tu rezago
mientras sueñas con el leviatán
volando al lado del cometa Halley
haciendo ciclos de años interminables.
Copos de lágrimas congeladas llueven
caen en tu frente, en tus sombras,
ocupando las formas y las muertes.
Es gracioso ver la sonrisa del misterio
rodeada de animales extintos
gruñendo las ruinas del pasado,
buscando las piezas que les faltan
las pieles, los dientes, la carne, el alma.
El fantasma ríe como nunca lo hizo ningún Dios.
Es extraño, la risa mientras duermes,
pero es señal de la maldad que va dejando,
dentro de tu mente, tu memoria, tus sentidos.
El estruendo de la naturaleza magnánima
detiene el finito sueño, con sus brazos titánicos
mueve las fauces de su interior,
el fantasma llora, tu despiertas, no ves nada.
Caminas. Vuelas. Caes. Destruyes. Contaminas.
Todo lo haces inconsciente
provocando la ira descomunal
de esa ánfora de cristal, tierra, lava y mar.
El fantasma huye del caos
te deja la soledad, la ruina y el mar.