Veía las nubes algodonosas de poniente comiéndose al sol como un sapo a una mosca distraída.
Veía los últimos rayos de luz luchando por salir, en vano.
Veía a la oscuridad imponerse sobre el cielo en una batalla diaria y de apenas unas horas.
Veía a las estrellas salir de su escondite diurno y a la luna brillando en lo mas alto del globo.
Veía las horas pasar, junto a los mismos acontecimientos, una y otra vez.
Sin poder hacer nada, solo mirar.
Mirar, y admirar.
Lo grandioso que es el mundo y lo insignificantes que somos, créeyendonos algo a lo que apenas no llegamos ni a soñar...