Nadie me robó la historia,
nadie vino a tachar besos,
nadie dividió mis horas,
nadie sirvió de alimento,
nadie lloró por las olas,
ni me cantó por despecho,
nadie mandó dos auroras,
para un domingo de esos,
nadie dijo que tu sombra,
era mía por derecho,
nadie salvó las estrofas,
ni se inventó mi silencio.
Nadie vio que estaba sola,
merendándome un misterio,
con la guitarra y las hojas,
con el abismo del sueño.
Nadie aquí donde me estorba,
el suspiro más sincero,
donde estás tú y nadie toca,
ni el más mínimo secreto.
Nadie de esos que hasta ignoran,
lo que uno lleva por dentro,
nadie ordenando las cosas,
a las que yo ya no llego.
Nadie me prestó su boca,
para volverse mi anhelo,
para quitarme la sombra,
de un pasado traicionero.
Nadie llamándome idiota,
reclamando ser el dueño,
aniquilando las notas,
que tú escribiste durmiendo.
Pero no vuelvas ahora,
que aunque yo no hallé mi premio,
sé que tú no eres la alfombra,
ni el palacio a veces genio.
Que aunque aún no encuentre quien rompa,
lo que soy por alguien nuevo,
tampoco quiero las sobras,
de tu amor de mosquetero.