Poetageneraciondel17

Muerte.

Y qué dolor tintineaba entre los sollozos que palpitaban entre sus labios. Aullidos que quedarían en mi alma esparcidos. Angustia, cansancio, miedo. El cielo azul ya no volvería a insinuarse entre sus ojos cansados, rendidos. Demasiados papeles, demasiadas leyes para tapar la vida con una pared pulida. Arañazos perturbadores, un corazón apuñalado por el sombrío canto del viento. La figura fantasmal aullando por el carmín de la melancolía, las sábanas de los cielos recogiendo toda su persona entre sus brazos color —si bien tiene— oscuro. Oscuro como el rosal que ya ha marchitado, como las llamas de lo inesperado. 

Demasiadas presencias para lo poco que necesitaba un aire escapando de la vida. Demasiados escritos, política, para lo poco que necesitaba un alma dormida. Respiraciones agitadas, unos nervios que poseían miles de lágrimas que zumbían como melodías esclavas de la pasión apagada, lágrimas que en un futuro se convertirían en recuerdo. Sólo pomos encerrados en una máscara de amor perdido. 

Arrepentimientos reencarnados en un corazón acelerado y un respiro intermitente. Pausas; más dolor. Inundó cada vacío, cada rincón que a partir de ese mismo día, se convertirían en el ocaso de su presencia.