Sé que estás, aunque todo sea oscuro,
palpitante en tu silencio hiriente;
y la memoria de tus besos miente
como si aún quedara algo puro.
Sin tu presencia todo es cruel y duro,
la duda se menea impertinente.
Entre tu voz y mi alma ya no hay puente,
entre tu luz y mi vida hay un muro.
Rompe al fin tu silencio aterrador,
ilumina las brumas de mi vida,
disuelva tu caricia mi temor.
Pónle freno a mi pasión transida,
devuélvele sentido a mi calor,
y sana con tu beso tanta herida...
Rosario, 03 de septiembre de 2005