Abriéndose constante, salida a cada paso,
la sangre resucita del pálido letargo,
detiene su silencio, ruidosamente largo
y cesa y paraliza las nubes del ocaso.
Aviva el sentimiento, por tiempo tan escaso,
endulza el dulce encuentro, quitándole lo amargo,
se tiñe en rojo el pecho, se tiñe…, y sin embargo
instaura y nutre y viste relámpagos de raso.
Borbota el corazón, las ansias contenidas;
borbota, prima hermana, las ansias conteniendo,
abriéndose a la vida, su máxima exigencia.
Se cierra así la brecha, restañan las heridas,
la sangre victoriosa, -copiosa sangre hirviendo-,
lo andado ha desandado, volviendo a su ascendencia.
Deogracias González