Dos espadas sin filos a la niña
que ha nacido sin luz en la mirada
poco a poco, cual aves de rapiña
le desgarran el alma en su alborada.
Un desierto, han vuelto a la campiña
que los viera soñar, esperanzada
embriagados del fruto de la viña
hirieron su querer de una estocada.
Al capullo deseado con dulzura
hoy deshojan sus manos, sin ternura
colmadas de amarguras y rencores.
De que sirven sus lágrimas por ruego
si cuando del amor, se adueña el ego
le roba al arco iris, sus colores.