Maria Angel Russo

EL ÁRBOL (de mi diario)

 

 

Todo se halla oculto en su naturaleza de cedro o de roble (difícil saberlo, a estas alturas): ¿crees que jamás intentó transformarse en campánula , dócil al capricho de los vientos? Su vasta visión anduvo los senderos de que hablaron los iluminados, los que prometieron una paz indescriptible, concibiendo nobles óctuples caminos y la entrega al silencio, respiraciones rítmicas o conscientes, conocimiento y meditación, trabajando sobre cuerpos inmateriales que hoy son corceles indómitos en el corazón.

Pero su naturaleza esconde la rebelde imponencia de los grandes árboles de su estirpe: sin haberlo querido, esa naturaleza soberbia se mantuvo impávida frente al vacío, resistiendo la embestida impía de los vendavales.

Con el paso de tiempo, enclavado en tan inhóspito lugar, sus ramas fueron quedando desnudas: ahora, de cerca o de lejos, posee la apariencia de una estructura seca, con algunas de sus más fuertes raíces expuestas al vapor de azufre que emerge del abismo, cuya risa le revela -desde ya- que su alma le pertenece. La otra mitad de sí, se aferra poderosamente a la tierra que todavía (y hay cierta ironía en ello) da por llamar Esperanza