No recuerdo su nombre
pero no puedo olvidar
el latido desenfrenado de sus venas
bombeándo sangre y deseo,
ni el tacto húmedo de su entrepierna
como cristal empañado,
tras el paso de mi aliento nómada.
Inquieto soplo de viento
que le acariciaba los pétalos del cuello,
el sonrosado fruto de los pechos,
las cimas nacaradas de los hombros,
el frondoso valle de las íngles .
Era arroyo cristalino...
era sendero por andar...
¿cómo se llamaba?
Ya no recuerdo su nombre
pero no puedo olvidar
que una vez viajé
por todos sus rincones.