Ese parque y esa estatua que nos mira
con su imborrable gesto de pasado
son los sueños que ahora me delatan,
las imágenes que humedece la nostalgia.
Con tu voz se apagaban las bujías,
el frío viento era siempre una caricia,
las banquetas, providenciales camas
que los pájaros nocturnos respetaban.
Cuando llovía oscuridad bajo mis manos
las luces en tus ojos se encendían
y parecían antorcha tus pupilas.
Nuestros años tan cortos nos rondaban
con alas de emoción y vanas cosas,
quizás era ilusión, pero en la ronda
el amor palpitaba sin palabras.
El sueño es cómplice y ahí me miras
aunque hoy vueles a otra vida.