Con gestos de sonrisas marcadas en mi rostro
Te daré el postrer adiós, cuando me vaya,
Agradeciéndote el tiempo a mi lado compartido
Y el amor incondiciónal que me otorgaste.
Cero lamentos escucharás de mi boca,
Ningún quejido, ningún “ay” de dolor,
Ninguna queja que reclame alivio,
Ningún efímero susurro de reproche,
Solo el unísono tic tac de mi corazón
Serás capaz de escuchar en mi partida.
Así será el adiós de nuestro idilio:
Sin llantos, sin reclamos ni reproches,
Sin odio ni rencor, sin lástima ni pena.