Mi amada es la esposa: la única
por quien mis horas toman rumbo hacia el compromiso
de no dejar morir el sentimiento
que nos une con lazos por voluntad divina.
La quiero, lo confieso con determinación porque la amo.
Cada noche a su lado es un feliz encuentro
con la conversa amena o el análisis sucinto
de todo la transitado en las horas de angustias
hasta que el sueño nos vence en tibio abrazo.
Hay noches de calor y apasionado beso,
hay tardes de inesperado retozo,
hay todo un tiempo en el que nos encontramos
presos en la mirada, transidos de anhelos,
amándonos, tan sólo amándonos.