Edmundo Vélez Alcívar

El Suicida y el mar (declamación)

Las desventuras en un perro hambriento a lo lejos

no perturban la falta de sueño

ni su baño de frío…

El suicida ha decidido dejar de serlo.

 

La brisa no se inmuta de su dolor

ni de las hojas de su diario

en la madrugada garabateadas con martirio.

El mundo le sigue como una sombra

y su tiempo avanza como la corriente del río

que se afana por morir en el delta:

su nacimiento en el mar del olvido.

 

El dolor como un suave suspiro,

como un leve recuerdo en sus ojeras,

es una marca perpetua

de esclavitud a un terco desvelo...

El ya no duerme sus fantasías

ni sueña sus amores secretos.

El ya no apuesta sus esperanzas al mañana

y solo se queda con una canción de invierno.

 

-Para eso está el mar- lo dice sin palabras

con el lenguaje de la piel de gallina.

Tan agotado por las lágrimas,

el suicida parece ver sirenas solapadas

en la marea que se mece como una vertical cortina;

parece ser invitado por la felicidad

que le vende la muerte con su regazo

con unos pechos que le darán de lactar

el agua del estigia.

 

-Para eso está el mar- y lo dice hundiéndose

no solo con el cuerpo, lo dice

descendiendo al misterio

de un mundo sin color ni sonido.

Las brazadas se olvidaron, la noción de lo que es bueno

le parece ser un lenguaje que se olvida.

 

El agua salada le arropa poco a poco.

El cuerpo lucha por vivir, lucha...

Lucha un cuerpo que se adelantó

a estar ya sin alma y sin vida.

 

La última noche fue bálsamo, se hizo

con el pasaporte, se llenó los pulmones

de palabras y promesas nunca antes dichas.

Dios no le quiso, tejió para él

una fatal profecía

y se olvidó de quitarle

al suicida la memoria.

 

El suicida pasa revista al pasado

solo para reafirmar sus ojos apretados

al dolor que deja en el muelle de los que ahora sueñan.

Deja que el destino en forma de corriente marina

le lleve al abrazo eterno del planeta que duerme.

 

Hubo veces que se dijo:

-Debí ser planta, sin profundidad en mis sentidos.

-Debí ser viento, ser un elemento sin motivo.

-Debí ser fantasma, sin la culpa del edén

perdido.

E incluso en sus escasos momentos de idilio:

-Tengo el pecho pequeño, y mi alma con el miedo

de un niño;

quiero huir de este corporal martirio.

 

El suicida, mientras pierde el vínculo

con la seguridad de la orilla alejándose,

piensa que en esta vida, la pasó soñando.

 

El suicida quiere despertar

a un mundo sin identidad, un mundo

que no sea mezquino

con su regazo… Un mundo donde

se puedan tocar los idilios.

 

Su cuerpo, sin alma, sin bandera

se pierde en el horizonte marino;

el color azul lo acoge

ya solo toca preguntarse:

¿le encontraremos?

¿estará en un perdido suspiro?

 

Poeta y escritor: Edmundo Vélez Alcívar 

Guayaquil - Ecuador 

Derechos reservados del autor.

Pd: si por casualidad caen en mis letras, sean tan amables de escuchar la declamación del poema en el link de youtube.