Alexandra L

A los Cayos de Florida.

 

A la deriva el alma, suspendida en las olas
navega ahora a solas sobre la mar pausada,
de pena desgarrada, desnuda, dolorida
salitre en las heridas, transformadas en llagas.

No hay luz en la mirada, a pesar que el sol brilla
mirar hacia la orilla, donde no queda nada
era la madrugada de tempestad, de espanto,
la lluvia se hizo llanto, el viento se hizo espada.

Tímido amanecer de ojos al asombro,
y mezcla de pasiones, se escapan en el llanto,
hay frustración, quebranto, también profunda decisión,
esencia, puro amor que es  magia, es encanto.

Las tardes nacaradas, de rosado y añil regresaran,
 y al  fin;
por sobre el horizonte, nacen sueños,
que el hombre volverá a construir.

Pena, que inmensa pena, cuánto dolor abruma,
 no hay estrellas, ni luna, tras la tormenta tiemblan,
quedan sobre la arena las huellas del desastre
que ha cobrado con sangre, ocupar esta tierra.

Más desde los orígenes, desastres naturales
al hombre han golpeado, y se ha recuperado
impreso está en su ser vencer, no ser vencido
Y con sudor y sangre abonar el camino.

Tiempo, tomara tiempo y también reflexión
aprender del error, es poder superar,
entender, aceptar que en la naturaleza
se encierra la belleza y la ferocidad.