Esa diosa esta herida,
sin clemencia hoy le dice adiós.
Su reino con ofensa
en ruinas lo dejo aquel alma vagabunda.
Despojó con vil hambruna el jardín que lo rodeaba,
los girasoles perdieron el áureo centellante de sus hojas
ante la maldad desgastada de su palabra.
Las rosas disiparon el rojo perenne de sus rostros,
no soportaron llevar más las falacias viles con las que tanteaba en sus praderas.
Pobres Dalias, ¡marchitaron!
Su fulgor y elegancia se esfumaron con la apenada simetría de su alegría.
Lloran los Narcisos,
con un poco de su primavera, tal vez de su otoño,
hubiesen soportado la inclemencia del invierno,
mas se ahogaron en los lamentos y la poca gracia
con que cada día se quejaba de su existencia.
La Gardenia murió,
secos sus pétalos quedaron cuando tristemente contemplo
que aquel espíritu entre sortilegios y cantos de amor
se posaba en otras flores,
alardeaba con cuál zalamería ser rey de un imperio sin reina.
Aún subsiste las bases de su reino,
tiempo llevará, pero limpio, puro y sin defectos quedará.
El ámbar de algunas de sus flores rondan por allí,
un coro celestial las mantuvo vivas para ella,
gritan en medio de su agonía que muy pronto una deidad
curara sus dolencias, alejara los fantasmas,
la bondad de su ser, dicen ellas será la que construya nuevamente
las murallas que cuidaban de su reino,
su jardín será la envidia de los pueblos.
Hoy de duelo está la diosa,
pero muy pronto entre las ruinas
y de la mano de aquel Rey
su gobierno será loado por la eternidad.
LoreCruz
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2017