Si la música hablase me pediría de seguro un poema me pediría el árbol más alto que encuentre y de cada rama caerían sin cesar frutos dulces de violines tristes. Los vientos traerían Calor apasionado del Norte y se salpicaría veranos de olas del Este caminaría cansadas escaladas en las grandes montañas del Oeste y ya inclinado, caería herida caería helada la tapa de tu blanco piano por fin al Sur. Una flor carmesí nacería entre las cuerdas de la ropa en los altos edificios
de la gran ciudad y de nota en nota juntarías tus brazos a escuchar las melodías que se esconden prisioneras en los versos. Si la música hablase pediría por supuesto muchas risas lágrimas varias troncos tallados de mujer amada para bruñir al son de las palabras que cantan las pasiones. Yo bailaría contigo si me lo pides pero en un bello campo de tréboles en una de esas raras lluvias con sol daríamos vueltas y vueltas con los ojos cerrados para marearnos felices...cicatrices. Que atrevida sinfonía, no daría música sino rimas! Tocará y tocará tu rostro en llamas dormido despertaría tus deseos, los míos... la nieve endurecida. Ya sentados en el teatro de los bancos de las plazas (como cuando éramos niños) veríamos las palomas tocar el aire entre nubes adormiladas. Tal vez los timbales del cielo nos regalen tormentas tinieblas negras con miedos viejos para que en el asombro habiten las hadas de los pentagramas. Aquí viene la parte donde aplaudimos juntos al lenguaje y ...
la música bendita que nos limpió la vida y arrojó lejos nuestros desechos
y los llenó de momentos y empezamos entonces de nuevo a escribir, bailar... a escucharnos.